miércoles, 10 de febrero de 2010

LOS AMIGOS QUE PERDÍ

Los peruanos estamos tan acostumbrados a la criollada, a la viveza y a la pendejada que, aquello que moralmente puede ser correcto, es descalificado por atentar contra las costumbres que se hicieron ley. Una ley que no se ha escrito, pero que debe acatarse porque así lo quieren y determinan quienes ejercen el poder.
Muchos se han llenado la boca hablando de la meritocracia, de la búsqueda de la excelencia y la modernización del Estado con la profesionalización de los funcionarios. Sin embargo es difícil hacer que aquello, que suena tan bonito, aterrice en nuestra realidad.
Lo que resulta increíble es que aquellos que seguramente pusieron el grito en el cielo cuando los medios periodísticos descubrieron que una funcionaria del Ministerio del Interior (allá por el año 2003) tenía como único antecedente el haber preparado los mejores anticuchos del ovalo de Santa Anita, hoy se hacen de la vista gorda o no sienten esa indignación que antes carcomió sus sentidos.
Recordemos: Carito Baquerizo era funcionaria de confianza durante el gobierno de Alejandro Toledo y tenía a su cargo la Dirección de Gobierno Interior. Ella determinaba quienes eran los prefectos y subprefectos en todo el país. Tremenda responsabilidad para alguien que por entonces, según los informes periodísticos, no contaba con ningún merito académico.
Casos como el de Carito Baquerizo se han repetido en el Congreso con los contratados por Elsa Canchaya, Walter Menchola, Tula Benites, entre otros. Del mismo modo, aunque con menor repercusión, se deben haber presentado situaciones similares en los gobiernos regionales y gobiernos locales.
Y es que el tan famoso término "persona de mi confianza", no se entiende como la persona capacitada, con grado académico de por medio, preparada para resolver problemas y lograr resultados. Es decir personas con criterio para hacer un analisis de la realidad y aportar con ideas. Lamentablemente para muchas autoridades tener una persona de confianza significa contar con el amigazo (a), con alguien que le cargue el maletín o el neceser de cosméticos, que le sirva de chofer o que simplemente sea el correveidile, el que lleva y trae chismes y gusta de indisponer a los demas. Lo peor es que se justifican diciendo que "en todos lados es igual".
Frente a esta situación, no es de sorprender que existan centenares de profesionales que viven bajo la sombra del subempleo pues los puestos que ellos deberían estar ocupando ya tienen "dueño" o fueron empeñados a los amiguísimos. Es una verdadera lástima que muchos profesionales tengan que alejarse de su comunidad porque son menospreciados.
Una gestión municipal puede ser buena, regular o mala. Y quienes están al frente deben tener el coraje para tomar una decisión oportuna para corregir los errores. Lamentablemente, a pesar de que se ha explicado hasta el cansancio que la propuesta presentada ante el Concejo de Santa Anita, para que los gerentes y subgerentes tengan como mínimo el grado de bachiller y 7 años de experiencia profesional, busca mejorar la calidad de la gestión, hasta el momento solo ha recibido la respuesta propia de la mediocridad, calificándola como "una maniobra de la oposición, una conspiración", nada más fantasioso y jalado de los cabellos.
Por eso titulé este post como "Los amigos que perdí", porque es de suponer que a partir de hoy tendré menos amigos dentro del Palacio Municipal de Santa Anita. Y no me importa, porque mi moral se mantiene intacta.